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A más de un año de la llegada del COVID-19 a Chile, nos encontramos ante el desarrollo de un panorama todavía cambiante e inestable. Múltiples cuarentenas, restricciones en el comercio y la movilidad, y demás medidas para combatir el virus han jugado un papel en la transformación radical del modelo de vida para todas las personas de nuestro país, pero ¿qué ha significado para los sectores más vulnerables de nuestra sociedad el afrontar estas particulares circunstancias?

Por: Estefanía Miranda y Diego Vargas.

El último catastro realizado por Techo-Chile, fundación sin fines de lucro que busca ayudar comunidades marginadas, reveló datos importantes en cuanto a la situación que se vive en los campamentos. En este último periodo, se ha registrado un alza histórico en cuanto a la cantidad de familias y campamentos en Chile, una tendencia que alcanzó su peak a propósito del estallido social y la pandemia. Actualmente, existe un total de 81.643 familias distribuidas en los 969 campamentos formados a lo largo del territorio nacional. En comparación con el año anterior, podemos ver que el número de familias aumentó en un 73,5%, mientras que los campamentos incrementaron en un 20,8%. Estas cifras resultan sumamente alarmantes y son el reflejo de una crisis que alcanza y golpea de peor manera a los sectores más vulnerables e invisibilizados de nuestra sociedad.

Junto con este enorme crecimiento en los campamentos, la pandemia ha agudizado problemáticas ya existentes al interior de estos ligadas principalmente a las precarias condiciones que afectan servicios básicos como el alcantarillado, electricidad y agua. A nivel nacional, los datos indican que el 93,3% de las familias acceden a fuentes de agua informales o, directamente, no cuentan con ellos. Con respecto al alcantarillado, este número corresponde a un 88, 9% de familias y en el caso de la electricidad, un 60% accede a ella de manera informal. 

El problema del agua continúa siendo una realidad preocupante, aún más dentro del contexto de pandemia, si pensamos en las recomendaciones sanitarias dirigidas a evitar contagios como el constante lavado de manos. Habitantes de estas zonas han comentado en reiteradas ocasiones su descontento ante la poca ayuda recibida por las autoridades locales y gubernamentales. 

Otro problema igual de relevante y al que no se le ha prestado la suficiente atención, corresponde a la brecha digital existente dentro de los miembros de la comunidad y la cual supone un obstáculo para la comunicación y la recepción de información crucial con respecto a la pandemia, como los calendarios de vacunación, nuevas noticias sobre el desarrollo del virus, cuarentenas, bonos y ayudas económicas, entre otros. Muchos integrantes de estas localidades han afirmado no haberse enterado de los nuevos anuncios desde el gobierno o no estar al tanto de los días de vacunación habilitados para su edad.

Esta situación, es solamente agravada ante el aislamiento en el que se sumergen los campamentos En circunstancias normales, estas comunidades recibían a voluntarios de organizaciones como Techo, quienes iban frecuentemente a proporcionar ayuda a sus habitantes, desde asistir en temas de tecnología hasta trabajar con los grupos de niñas y niños. En cuanto a este último punto en particular, los voluntarios cumplían un rol primordial en el cuidado de los niños y niñas del campamento, así como en temas de su educación. Los talleres recreativos y de aprendizaje que se organizaban consistían en un apoyo importante para ellos. Con la pandemia, si bien se ha intentado realizar talleres online, su realización ha tenido trabas. 

Sin duda, la crisis sanitaria actual ha intensificado las desigualdades existentes al interior de los campamentos, así como los problemas sujetos a estas, develando nuevas aristas a un problema complejo y de múltiples dimensiones. Es importante hablar sobre la situación a la que se enfrentan estas comunidades y exponerlas ante la mayor cantidad de gente posible, ya que de esta forma se podrá responder adecuadamente a las dificultades que los aquejan. Hay que evitar que estas comunidades y sus habitantes caigan en la invisibilización, especialmente en estos tiempos, en donde se sitúan en un contexto que los hace más vulnerables ante los efectos de la crisis.


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