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“Si no puede distinguir quién respira y quién no, el retrato es un Clayton&Co.” Este es el eslogan del único negocio de fotografía mortuoria en la localidad de Atlas, en el Valparaíso de 1889, dirigido por el doctor Emmett Walter Clayton y su joven esposa Abigail, personaje principal de Los últimos días de Clayton&Co., la cuarta novela de Francisca Solar, escritora chilena conocida por sus historias juveniles Almas de rojo yMensajeros.
Por Sofía Torres
La novela cuenta la historia de la joven fotógrafa de Clayton&Co., Abigail Clayton, quien se ve obligada por su marido a dejar su pequeño negocio personal de retratos que tomaba con la cámara que su padre le había dejado al morir, cambiando el foco de su lente: ahora se encuentra a sí misma frente a los muertos.
Con la cámara entre ella y los cadáveres las cosas no son tan malas; a ella le apasiona la fotografía y poder honrar a los fallecidos y a sus familias inmortalizando las imágenes de sus seres queridos. El problema viene cuando llega el momento de revelar las fotografías en su pequeño y oscuro estudio. Sola, rodeada por el silencio, Abigail recibe la visita de los espíritus de sus fotografías, lo que la lleva a sufrir de una mentalidad realmente inestable.
Manteniendo en secreto lo que le sucede, Abigail se ve forzada a resistir los maltratos de su marido constantemente, que no sabe lo que sucede cada vez que su esposa baja al estudio. Ella cuenta con el único apoyo de dos los personajes secundarios de la historia: Alexandra Falcó y Moncada, la marquesa de Silas, proveniente de España, y Sam, un inmigrante italiano encargado del maquillaje y puesta en escena de los cadáveres en el set de producción. Juntos ayudan a Abigail a sobrellevar las represalias de un nuevo rol que Emmett la obligará a tomar: tras una serie de desafortunados eventos que involucran la muerte de una hija de buena familia recién llegada de Alemania, Abigail se presta a hablar con el espíritu de la víctima para descubrir qué pasó en realidad, con lo que se termina por revelar su misteriosa habilidad, la cual es aprovechada por su marido, quien la convierte en contra su voluntad en una médium.
Lo más destacable de la novela de Francisca del Solar son, probablemente, sus personajes femeninos. Por ejemplo, el personaje de Alexandra, marquesa de Silas, entra en escena en el pueblo luego de que su tío compra un terreno a las afueras de Valparaíso y lo vende en lotes a inmigrantes llegados desde todas partes del mundo. Es ahí donde se crea esta comunidad donde lo que menos hay son chilenos, y la marquesa es traída desde España para administrar el lugar. De ahí en adelante ella se convierte en algo parecido a lo que ahora llamaríamos alcaldesa, pero de una manera informal, asegurando a lo largo de la historia que nada sucede en Atlas sin que pase primero por ella.
Francisca Solar menciona que la clave para encontrar a estas personajes líderes fue una larga investigación sobre los ámbitos en donde las mujeres gozaban de poder en esos tiempos: “Al final, una de las conclusiones que saqué fue que había dos grandes instancias donde las mujeres tenían poder. Por un lado, era la nobleza, y había otra en el tema eclesiástico”.
En la historia, Sor Paula de Ferrari, una monja carmelita descalza que llega a Atlas a cargo de una congregación de novicias a la única iglesia que hay en el pueblo. Ella es digna de destacar principalmente por su rol en la sociedad de Atlas, que, si bien no cumple con una participación en un cargo público como Alexandra, sí compite con ella en la influencia que ejerce sobre la gente del lugar.
La autora crea dos mujeres que detentan el poder en una época donde el poder era exclusivamente masculino. Si bien están ambas inmersas en ámbitos liderados por hombres, Emmett en el caso de Alexandra, y el reverendo Liam O’Hara en el de Sor Paula, ninguno de ellos alcanza realmente el nivel de fuerza suficiente para controlar a ninguna de las dos; incluso se podría decir que es al revés.
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La autora busca realizar un llamado de atención al inconsciente cultural sobre el «final feliz» en la literatura juvenil, que nos dice que las mujeres son felices solamente cuando terminan emparejadas, señala que Abigail necesita de un tiempo para recuperar su vida normal, conocerse a sí misma, y sanar en todo ámbito: “El personaje en sí era muy importante que encontrara sus propias soluciones y su propio camino sin necesidad de una pareja. Estamos demasiado acostumbrados a que, en la ficción, las mujeres solucionan sus problemas a través de otros”.
Finalmente, esta es una historia que, a parte de dejar con los pelos de punta a los lectores con los detalles escabrosos sobre el manejo de cadáveres y conversaciones con espíritus, deja flotando una reflexión en torno a la conexión que tenemos los vivos con la muerte, el maltrato físico y psicológico -el cual es un tema que pocas veces vemos en libros juveniles- y también la camaradería, sororidad y la búsqueda de la fuerza interior que a veces cuesta encontrar.
Es una novela muy rica en temáticas, entretenida y rápida de leer, cargada de datos históricos que le llevaron a la autora dieciocho semanas de investigación.
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