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El festival más famoso del mundo volvió al desierto californiano con más de 140 artistas, liderados por Lady Gaga. Las altas temperaturas, los precios elevados y la baja presencia latina marcaron la conversación.

Por: Millaray Zavalla Velozo

El pasado 11 de abril comenzó una nueva edición del Festival de Música y Artes de Coachella, que se celebra como es tradición en el Empire Polo Club, en el desierto de Colorado, California. La versión 2025 reunió a 144 artistas y abarcó una amplia gama de géneros musicales, desde el pop y el rock hasta la electrónica, el hip hop y la música experimental. A pesar de la diversidad, este año se notó una disminución significativa de artistas latinoamericanos en comparación con ediciones anteriores, lo que ha generado críticas por parte del público y los medios especializados.

El evento llegó además en un contexto complejo: según The Guardian, la edición 2024 registró las ventas de entradas más bajas en la historia del festival, lo que encendió las alarmas en la industria sobre la sostenibilidad del formato. Aun así, Coachella mantiene su estatus como uno de los escenarios musicales más influyentes del mundo, aunque no sin enfrentar desafíos estructurales, sociales y climáticos.

La gran estrella de esta edición fue Lady Gaga, quien no se presentaba en Coachella desde 2017. Este año, la artista no solo ofreció un repaso por sus mayores éxitos, sino que eligió este escenario para presentar por primera vez en vivo su nuevo álbum «Mayhem», en un show con una ambiciosa puesta en escena. Su retorno simbolizó también un intento del festival por reconectar con grandes nombres del pop global y con las audiencias que marcaron su época dorada.

Lady Gaga, getty images

Otra de las actuaciones más comentadas fue la de Charli XCX, quien sorprendió al público al invitar al escenario a Billie Eilish, Lorde y Troye Sivan, con quienes colaboró en su reciente disco Brat. La presentación fue aclamada por la crítica y consolidó a Charli como una de las figuras clave del pop alternativo actual, en el punto más alto de su carrera.

Coachella/YouTube

Como ya es tradición, las celebridades no pasaron desapercibidas. Figuras como Justin y Hailey Bieber, Paris Hilton, Anya Taylor-Joy, y Alex Cosani fueron vistas entre el público. Sin embargo, quienes acapararon titulares fueron Kylie Jenner y Timothée Chalamet, que se mostraron más cercanos que nunca, alimentando rumores sobre un posible compromiso o incluso la llegada de un nuevo miembro a la familia Kardashian. Curiosamente, la pareja abandonó el show de Travis Scott, ex pareja de Kylie, aunque su hija sí asistió a la presentación de su padre.

Kylie Jenner y Timothée Chalamet, GTRES

Aunque la representación latina fue menor este año, algunos nombres lograron destacarse en el lineup. Entre ellos se encuentran Junior H (México), Ca7riel & Paco Amoroso (Argentina) y Los Mirlos (Perú), quienes llevaron sonidos como los corridos tumbados, el trap y la cumbia amazónica a los escenarios de Coachella. También participaron artistas como Arca, Iván Cornejo, The Marías, Alok y El Malilla, reflejando una interesante diversidad de estilos. Aún así, la ausencia de artistas chilenos fue notoria, generando expectativa sobre futuras ediciones.

Junior H, getty images

Becky G, Getty Images 

Kali Uchis, Getty Images 

El contexto climático se convirtió en otro protagonista del festival. Durante el primer día, las temperaturas alcanzaron los 38 °C, rozando niveles históricos para la zona. Las autoridades locales y los organizadores emitieron advertencias constantes sobre hidratación, protección solar y cuidado frente al calor, que ya ha provocado algunos casos de descompensación entre los asistentes.

El costo de asistir a Coachella sigue siendo tema de discusión. Las entradas generales se sitúan alrededor de los 600 dólares, mientras que los pases VIP superan los 1,300 dólares. A esto se suman los altos precios de alimentos, transporte y alojamiento, lo que ha hecho que para muchos fanáticos el festival resulte económicamente inaccesible, intensificando las críticas sobre su creciente elitización.

Como en años anteriores, Coachella apuesta por la accesibilidad digital, transmitiendo en vivo todos los escenarios a través de su canal oficial de YouTube. Esta modalidad permite que miles de personas alrededor del mundo puedan disfrutar de las presentaciones sin tener que viajar a California, ampliando el impacto del festival más allá de sus fronteras físicas.