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La relación del Papa Francisco con Chile comenzó en los años 60 durante su formación jesuita y se consolidó con su visita oficial en 2018, que incluyó actividades pastorales, gestos hacia comunidades marginadas y el manejo de denuncias por encubrimiento de abusos dentro de la Iglesia.

Por Radio UC

Jorge Mario Bergoglio, el primer pontífice latinoamericano y miembro de la Compañía de Jesús, fue elegido como Papa en marzo de 2013 bajo el nombre de Francisco. Su vínculo con Chile se remonta a la década de 1960, cuando con 24 años, vivió durante un tiempo en la comuna de Padre Hurtado como parte de su formación jesuita. Este primer contacto con el país marcó el inicio de una relación que se mantendría presente a lo largo de su carrera eclesiástica.

En enero de 2018, el Papa Francisco realizó una visita oficial a Chile como pontífice. El viaje apostólico incluyó actividades pastorales en tres ciudades: Santiago, Temuco e Iquique. Durante su estadía, celebró misas multitudinarias, se reunió con autoridades civiles y eclesiásticas, y sostuvo encuentros con víctimas de abuso sexual clerical.

Uno de los momentos más sensibles fue su encuentro privado con un grupo de víctimas de abusos en la Nunciatura Apostólica. Sin cámaras ni discursos, Francisco escuchó sus testimonios de forma confidencial. Este gesto fue valorado por varios asistentes, quienes destacaron la actitud de acogida del pontífice en ese contexto.

Durante su paso por Temuco, el Papa celebró una misa en el Aeródromo de Maquehue, lugar utilizado como centro de detención durante la dictadura militar. Allí, pronunció un saludo en mapudungun y pidió un minuto de silencio por las víctimas de violencia. Citó a Violeta Parra con la frase “Arauco tiene una pena que no la puedo callar”, haciendo referencia al conflicto histórico con el pueblo mapuche. También hizo un llamado a la unidad y al respeto entre culturas, señalando la necesidad de construir un país más justo e inclusivo.

En Santiago, visitó la Cárcel de Mujeres de San Joaquín. Allí expresó: «Pueden privarlas de la libertad pero no de la dignidad. Nadie puede ser privado de la dignidad. Estar privadas de la libertad no es sinónimo de pérdida de sueños y esperanzas». Este encuentro fue destacado por muchas internas y por organismos de reinserción social.

Otro gesto significativo fue su visita al Hogar de Cristo, donde oró en la tumba del padre Alberto Hurtado, fundador de la institución. Francisco rindió homenaje a su obra y al legado social del sacerdote chileno, reforzando su mensaje de “una Iglesia pobre para los pobres”.

En el Parque O’Higgins, presidió una misa ante miles de personas. Allí alentó a los jóvenes a no dejarse robar la esperanza y les pidió compromiso con la justicia social. También sostuvo encuentros con representantes de pueblos originarios, con obispos, sacerdotes, religiosas y seminaristas, promoviendo el diálogo y la renovación del compromiso pastoral.

Uno de los episodios más controversiales de la visita fue su inicial defensa al obispo Juan Barros, acusado por encubrir los abusos del ex sacerdote Fernando Karadima. En Iquique, Francisco declaró: “El día que me traigan una prueba contra el obispo Barros, ahí voy a hablar”, la frase generó críticas tanto a nivel nacional como internacional. Posteriormente, el Papa envió al arzobispo Charles Scicluna a Chile para investigar el caso. Tras recibir nuevos antecedentes y testimonios, reconoció haber cometido “graves errores de evaluación” y pidió disculpas públicamente. Este caso prosiguió con la presentación de renuncia de obispos chilenos en mayo de 2018, de los cuales varias fueron aceptadas en los meses siguientes, incluida la del obispo Barros.

Sin dudas, la visita del Papa Francisco consolidó un lazo histórico con Chile, y dejó huellas marcadas por gestos de cercanía, reconciliación y esperanza, que hasta el día de hoy perduran.