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El aumento de las muertes, la incertidumbre sobre el futuro, los cambios de planes que nadie buscaba. La crisis por el COVID-19 no afectó solamente la economía del mundo, ni sólo la salud física de quienes se contagiaron, sino también la salud mental de un grupo siempre vulnerable: los jóvenes.
Por Tamara Tapia
Durante la crisis por la pandemia, nuestro panorama cambió radicalmente. Acostumbrados a la rapidez de nuestro mundo, al contacto, a vivir en comunidad… de pronto fuimos encerrados. Entendimos lo que es quedarnos entre cuatro paredes durante largas cuarentenas y tuvimos miedo. Repentinamente nuestros planes cambiaron y dejamos de ir a trabajar, a estudiar, pospusimos nuestras metas sin saber cuándo podríamos volver a las calles.
Un informe de UNICEF, plantea que un 43% de las mujeres se siente pesimista frente al futuro frente a un 31% de los hombres participantes. El el 73% de los jóvenes ha sentido la necesidad de pedir ayuda en relación con su bienestar físico y mental. Aún así, el 40% no pidió ayuda.
Según este informe, las principales soluciones para acabar con la incertidumbre sobre el futuro en los jóvenes es permitirles la participación en aquellos espacios que puedan contribuir a su tranquilidad, por ejemplo, en la vida política o en sociedad. El punto es no permitir que el cambio acarreado por la pandemia se sume a la sensación de impotencia ante una situación que escapa de sus manos.
Pero, además, propone como necesario visibilizar y colaborar con quienes sufren un trastorno psicológico, rompiendo los tabúes que acarrea la salud mental.
Módulo 2 se dedicó a tantear terreno, preguntando las percepciones de los jóvenes sobre esta problemática tan presente en la sociedad. Con ello se concluyó que la angustia es un sentimiento muy presente, y aun así la estrecha mayoría de los consultados no recibieron atención profesional para tratar estos cambios en su emocionalidad. Además, el apoyo de parte de sus núcleos cercanos deja que desear.
El asunto es claro: los jóvenes lo están pasando mal y según los datos recogidos por Módulo 2, la incertidumbre es una de las principales causas. Pero, si es un tema tan repetitivo, ¿por qué no se soluciona? Los jóvenes encuestados dieron su respuesta a una simple pregunta: ¿Cómo se han tratado estas dificultades en tu entorno cercano? ¿Te has sentido apoyado/a, comprendido/a, o más bien ignorado/a, avergonzado/a?
«Siento apoyo de mi familia, pero aún así me siento sola y me aterra decirles lo que realmente me gustaría hacer».
«Normalmente tiendo a guardarmelo para mí, creo que eso podría interpretarse como vergüenza».
» “Me apoyan”, pero normalmente siempre me tratan de ser muy sensible y que no pueden conversarme por eso».
«No me he sentido apoyada, ya que no suelo comentar lo que siento por miedo a que me juzguen».
«No tengo ningún diagnóstico, y la verdad es que no hablo mucho de salud mental con mi familia, no me gusta que sepan esas cosas. Con mis amigas sí lo hablo más y han sido muy comprensivas porque muchas están pasando por lo mismo».
Testimonios anónimos.
Asumir públicamente que tengo depresión abre una puerta muy grande al juicio de los demás. Pero necesito normalizar esto. No me quiero callar.
— Lizbella ? (@chayotica) December 1, 2021
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