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Las apresuradas decisiones de las S.A son un fiel reflejo de la mala administración que han mostrado desde su llegada a la liga nacional. Sabiendo esto, es necesario buscar alternativas para ir en rescate de un futbol chileno que viene en decadencia.
Por Moroni Villagra
Esta semana los dos grandes del fútbol chileno dieron que hablar luego de las distintas realidades que viven con respecto a la posición del que más sabe en la cancha, la del creador. Por un lado, Colo Colo anunció el regreso de Jorge Valdivia, quién firmó un contrato por tres meses, con opción de extenderse a un año si es que el Popular permanece en primera división. Respecto a Universidad de Chile, las noticias no son muy buenas, ya que decidieron no renovar el contrato del actual ídolo del club Walter Montillo.
Por muy diferente que se pueda ver el presente de estos equipos, hay un denominador en común en ambas decisiones, puesto que las sociedades anónimas las tomaron en base a lo que se puede entender como lo menos riesgoso para el club, tratando a este último como una empresa. Por su edad, para Azul Azul no era muy rentable renovar el contrato de Montillo, en cambio la contratación de Valdivia tiene como objetivo evitar el descenso del equipo, viendo esto como el peor caso posible, considerando que se perdería menos contratando al “Mago” que perdiendo la categoría.
Esto nos lleva a la idea ya conocida de que en Chile el fútbol se ve completamente como un negocio, y que las decisiones las toman quienes no tienen mucho que ver con este, como pudimos ver esta semana con lo hecho por Azul Azul y Blanco & Negro. Algunas veces serán elecciones aceptadas por la gente y otras veces serán repudiadas por los hinchas. A final de cuentas actualmente lo único que puede hacer el fanático es opinar.
Aunque esto no siempre fue así. Es necesario recordar que, allá por el año 2000 cuando el futbol aún no era dominado por las S.A, los clubes tenían un rol social en el que se daba cabida y se escuchaba a los socios e hinchas, además de que se trabajaba en base a procesos, invirtiendo y preocupándose de la formación de jugadores y no solo del presente. No es de extrañar, por ejemplo, que la “generación dorada” sea un producto de este trabajo y no del impuesto por las sociedades anónimas, donde el único club en la actualidad con un proyecto real de trabajo es Universidad Católica, lo que ahora los tiene muy por encima del resto.
El legado de las S.A se ve reflejado en la perdida de la identidad de los clubes, altas deudas por una mala administración que llevan a elevar el precio de las entradas, una dependencia de los dineros generados por el CDF y una precaria, por no decir nula inversión en juveniles. Entonces, ¿Cómo podemos cambiar esto? ¿Existe en el mundo un lugar donde podamos mirar y copiar un modelo que devuelva la identidad a los clubes?
Para encontrar un buen ejemplo tenemos que ir al otro lado del mundo, específicamente a Alemania que desde 1998 funciona con la regla del 50+1. Esta consiste en que las acciones de cada club deben pertenecer en esa medida, como mínimo, a los hinchas y/o socios del club, logrando que sean estos los que tengan la mayoría de votos al momento de decidir que se hace en el equipo, dejando en un segundo plano las intervenciones de grandes inversionistas.
Llevando a cabo este plan la Bundesliga se ha consolidado como una de las ligas más competitivas y con mayor espectáculo de Europa. En ella podemos ver cada semana estadios llenos (en situaciones normales), clubes con identidad e historia propia y un fuerte trabajo de filiales, con el que renuevan la Selección prácticamente todos los años.
Estos ámbitos en los que resalta la liga alemana son aquellos en los que las sociedades anónimas en Chile han dejado mucho que desear, por lo que se espera que un cambio como este pueda darse para que la liga chilena, considerada por el IFFHS como la peor liga de la Conmebol el año 2019, pueda subir de nivel, logrando así que los equipos chilenos empiecen a competir a nivel internacional, y también que la selección chilena se mantenga en un nivel alto y no tenga que esperar a que, de la nada aparezca una nueva “generación dorada”.