Silvio Caiozzi y el viaje a su juventud

A 50 años de la realización de la película chilena «Palomita blanca», Silvio Caiozzi, director de fotografía del filme, comenta cómo la cinta retrata la juventud de los setenta, la cual fue su propia juventud. “Lo audiovisual es una perfecta máquina del tiempo”, reflexiona.

Autora: Arlette Fernández Ibaceta (a.r.l.e.tt.e)  

 

Es mediados de 1973. En Chile, el panorama político se extrema, enfrentando al gobierno de la Unidad Popular con la oposición, izquierda contra derecha. A esto se agrega la precaria situación económica que azota al país, con una inflación anual que bordea el 1.000%, según datos recopilados por el Banco Central de Chile. La población sufre del desabastecimiento de alimentos y productos básicos. En un escenario totalmente opuesto, la cultura en este periodo disfruta de grandes avances.

Palomita Blanca: Rodaje en 1973

(En el centro, Silvio Caiozzi en el rodaje de Palomita blanca. A su derecha Nelson Fuentes, quien participó como asistente de cámara y actor del filme. 1973. Imagen cortesía de Silvio Caiozzi).

La era del llamado Nuevo Cine Chileno está en su apogeo, y las películas nacionales toman una posición activa, dejando atrás su carácter comercial, para comenzar a reflejar la realidad social y política del país. Esta nueva forma de hacer cine es impulsada por cineastas cuyo propósito es abordar los conflictos sociales presentes en Latinoamérica. En este contexto, Raúl Ruiz, galardonado cineasta de los setenta, se encuentra grabando la adaptación del fenómeno literario de la época «Palomita blanca» del escritor chileno Enrique Lafourcade. El encargado de dirigir la fotografía es Silvio Caiozzi, un joven de 29 años que volvió a Chile tras pasar los últimos años estudiando en Estados Unidos para graduarse como Bachiller en Artes de Comunicaciones Masivas, en el Columbia College de Chicago. Caiozzi se mueve con agilidad detrás de las cámaras. Su espeso pelo negro cae en su frente. Se siente eufórico al poder juntar sus dos grandes pasiones de la niñez: la fotografía y el cine.

Hoy, en una de las oficinas de un moderno edificio en Providencia, se encuentra Andrea Films, productora audiovisual creada por Silvio Caiozzi en 1979. Al entrar en la luminosa sede de paredes color escarlata, se pueden apreciar cuadros de afiches de películas como «La luna en el espejo», «Cachimba», «Y de pronto el amanecer», entre otras. Todas ellas fueron dirigidas por el cineasta chileno, quien se ha hecho un nombre dentro del mundo de la publicidad y el cine. Si bien comenzó su carrera en este último como director de fotografía, en 1979 dirigió su primera película llamada «Julio comienza en julio» drama ambientado en el Chile de principios del siglo XX, donde Julio, hijo de un terrateniente, se enamora de la prostituta con la cual perdió su virginidad. Ese mismo año, el filme fue premiado con el Colón de Oro a la mejor película en el Festival de Cine de Huelva, España. 

“Nos cambiamos hace un año y medio aproximadamente”, comenta mientras ordena las sillas de su oficina. A sus 78 años, sigue con su característico pelo abundante, aunque algunas hebras de él combinan con la blancura de su barba. Desde su oficina rememora sus años de juventud y su participación en la película «Palomita blanca», filme que en 2023 cumple 50 años de su realización. Se basa en el libro del mismo nombre, y en el filme se cuenta la historia de amor juvenil entre María, una joven de origen humilde, y Juan Carlos, un joven adinerado de la zona alta de Santiago.  “Está toda la juventud de esa época inserta en la película”, dice Caiozzi, de lo que considera un trabajo cinematográfico que retrata la juventud chilena de los setenta “tal cual como era”.  “Lo bonito es que se veía que era una juventud alegre, como suelta, con ganas de hacer cosas”, comenta recordando la curiosidad que le causaba el baile Gogó con “los zapatones así de grande de las niñas”, mientras indica, con sus manos separadas, el tamaño de estos.

Silvio Caiozzi, en las oficinas de su productora Andrea Films, 2023. Fotografía de Arlette Hernández.

Silvio Caiozzi y la juventud de los 70´s

Al igual que otros productos culturales, como la música, el baile Gogó llegó a Chile desde Estados Unidos, siendo furor entre las jóvenes chilenas por su estilo libre, suelto y divertido, guiado por el ritmo de un rock suave. “’Toc, toc, toc, toc’, era una cosa muy loca”, describe el sonido de los zapatos de las jóvenes al bailar. 

La película destaca en particular por poner el foco en el naciente sentido político de la juventud chilena, los excesos a los que estos se exponían y las nuevas melodías exportadas desde Estados Unidos. El Festival de música de Los Dominicos, más conocido como Piedra Roja, y que emulaba al de Woodstock, es recreado para la película, donde Silvio grabó algunas escenas para el filme. 

El Festival de Piedra Roja fue organizado por un grupo de jóvenes entre 17 y 19 años y contó con la participación de Escombros, Los Blops, Aguaturbia, Los Jaivas (High Bass en ese tiempo), Lágrima Seca y Los Ripios, agrupaciones que se consagraron en la música chilena. A principios de los setenta el hippismo de Estados Unidos comienza a enredar sus ramas en otros países de América y del mundo, donde exponentes como Jimmy Hendrix, Bob Dylan, Janis Joplin y The Who, entre otros, influencian la música de la época.   

“Parte de la sociedad chilena adquiere conciencia de que hay una juventud que se está convirtiendo en protagonista de un cambio de valores”, afirma Martín Hopenhayn, filósofo chileno, en el documental «Piedra roja: el Woodstock chileno», de Gary Fritz. Sin embargo, los medios y la sociedad chilena, vieron este festival desde otra perspectiva; “Festival de droga y sexo” fue el titular de la revista Vea, mientras que La Tercera lo catalogó como “Abundancia de melenas y música estrafalaria”.

“Alguien que estaba ya muy ‘mariguaneado’, que está en primer plano y yo lo veo y me quedo pegado con él porque él no me veía. No veía a la cámara, no veía nada”, comenta Silvio entre risas, “y eso tú lo ves en la película. Yo creo que esa fue la escena que me impactó”, recuerda sobre la recreación del festival para el filme. “En aquellos años era raro, era rarísimo ver a alguien con los ojos así”, describe sobre el uso de marihuana en la juventud.

La sociedad veía horrorizada a la naciente juventud más independiente y revolucionaria. En Palomita blanca, la protagonista, María, es maltratada por su familia por haber ido al festival de Piedra Roja. Sus familiares le dicen que para salir “tiene que hacerlo con respeto y dignidad, como señorita”. La religión, muy importante en la sociedad chilena, juzga y castiga las libertades que los jóvenes del siglo XX comienzan a experimentar. “La gente joven siempre andaba agachada, aterrados andaban todos. En los años setenta, el hippismo es la revolución contra eso, que se destapa en todo el mundo, no solo en Chile. Y, claro, eso hace dar un salto a la necesidad de liberarse un poco de tanta tontera ultraconservadora”, describe Silvio.

Si bien el filme está ambientado en las elecciones presidenciales de 1970 —donde Salvador Allende es electo—, la película también da luces de la situación política y social que vive Chile en 1973. En el filme la polarización consecuente de las elecciones enfrenta, por una parte, a los jóvenes de “clase alta” — votantes de Jorge Alessandri — y por la otra a jóvenes izquierdistas — votantes de Salvador Allende—. En un escenario similar, en el año 1973 existía un “ambiente extremadamente crispado, porque estábamos pasando por un periodo de hiper movilización política, donde el centro desaparece y ocurre que el espectro político se va a los polos. Había protestas a menudo en las calles, que usualmente terminaban en represión por parte de Carabineros, de lado y lado, o derechamente gente agarrándose a palos y piedrazos entre distintos contendores políticos”, explica Cristóbal García-Huidobro, licenciado en Historia de la Universidad Católica y candidato a Doctor en Filosofía en Historia Moderna de la Universidad de Oxford.

«Silvio en la juventud y la juventud en Silvio

Silvio Caiozzi se empinaba a los 30 cuando comenzó a rodarse la película. Si bien no pertenecían al rango etario de los protagonistas del filme, él y el equipo de producción de «Palomita blanca, rondaban entre los 20 y 30 años de edad. El director, Raúl Ruiz, tenía 32 años; Sergio Trabucco, productor, tenía 27 años; Nelson Fuentes, asistente de cámara, contaba con 25 años al momento del rodaje de la película, solo por nombrar algunos.

Las conversaciones eran recurrentes. “Muchas veces en un bar y todos muertos de la risa, (hablábamos) de cualquier cosa menos de lo que estábamos haciendo”, menciona Silvio. Ruiz buscaba que todos se sintieran cómodos y en confianza. Sin embargo, el trabajo físico de manejar las cámaras podía ser exigente. En palabras de Caiozzi: “Tenía muy buenos reflejos y por suerte lo lograba”. 

A la derecha, detrás de la cámara, Silvio Caiozzi durante las grabaciones del filme «No basta con rezar», del director Aldo Francia. A la izquierda Nelson Fuentes. 1972. Imagen cortesía de Silvio Caiozzi.

“Necesitas juventud, músculo, flexibilidad. Un montón de cosas. Eso en esos tiempos era ideal (ser joven) (…) Teníamos menos de 30 años”, así relata Nelson Fuentes, amigo y compañero — y actualmente socio — de Silvio. Se conocieron en 1967, y desde ese momento fueron una dupla detrás de las cámaras. “Empecé a trabajar con él y aprender”, comenta Fuentes mientras recuerda, con cierta nostalgia, su juventud con Silvio y agrega que, a pesar de ser jóvenes, ambos eran “muy tranquilos, cuando, de hecho, era un tiempo un poco revolucionario”. Para Silvio, el denominado séptimo arte era una parte importante dentro de sus actividades, tanto en el trabajo como en el tiempo libre y la vida social. Gran parte de su juventud la pasó visitando salas de cine para luego comentar las películas con su entorno. “Ir al cine era un evento social, era el evento de la semana. Al llegar el lunes (la primera pregunta) era: ‘¿qué película viste?’”, recuerda con nostalgia Silvio.

gDurante la Unidad Popular el cine “comenzó a ser entendido como una práctica cultural”, según expone Felipe Contreras, licenciado en Historia de la Universidad Alberto Hurtado, en su investigación «Una práctica cultural de revolución», en la que estudió el fenómeno del Nuevo Cine Chileno de los setenta. “Empieza a surgir con gran fuerza un cine que tenía que ver con el creador, con el guionista, con el director, y empieza a haber audiencia mundial a favor de ese cine”, menciona Silvio.

Posterior al golpe de Estado, Silvio se vuelca al mundo de la publicidad, alejado de ese cine más político. Sin embargo, comenta que en aquellos tiempos: “el ideal ‘ya, voy a trabajar todo lo que pueda, pero para hacer lo que me gusta’ era bastante típico del joven chileno”, por lo que todo lo ganado en sus años en la publicidad, lo ahorró para poder dirigir su propia película, «Julio comienza en julio»

“Hoy día todos los jóvenes están pensando en el futuro, no sé, la plata… Está bien, pero también es malo perder completamente el sueño. Porque si no ¿para qué vivir? ¿para ganar plata no más? Queda como gusto a poco”, dice.

La máquina del tiempo

“Al volver a ver la película, empiezan a venir los flashbacks de la vida personal de uno (…) cómo yo viví ese pasado, me hacía estremecer por dentro, de recuerdos y de cosas”. Silvio comenta que cada vez que vuelve a ver «Palomita blanca» descubre algo nuevo de su juventud, rememorando la sociedad chilena de aquella época. El filme debía estrenarse el 18 de septiembre de 1973, pero el golpe hizo naufragar el plan.

“’Palomita blanca’ desapareció, no se volvió a hablar más de ‘Palomita blanca’”, comenta Nelson Fuentes. Sin embargo, 19 años después, en 1992, los negativos de la película fueron encontrados en una bodega de la productora Chile Films.

Cada vez que la vuelve a ver, añora los años donde podía conversar con sus amigos y “sin ningún susto ni intención mala, decían cosas que podrían ser tomadas a mal y el otro se mataba de la risa”. “Fue muy, muy bonito volver a recordar lo que era Chile en sus relaciones con la gente”, comenta el cineasta. 

Silvio ve en perspectiva su labor con el cine y la historia, documentando una época donde la juventud fue protagonista de grandes cambios sociales. “Como cámara, lo que hice es retratar exactamente lo que era, lo más cerca posible (…) esa es una gran gracia porque te permite a ti ver, exactamente, cuál era la sensación, la mentalidad, los verbos que se usaban, el idioma que se usaba, los gustos, todo eso. Y eso es fantástico”.

Sobre la autora:

Arlette Fernández Ibaceta (a.r.l.e.tt.e) es estudiante de tercer año de periodismo en la FCOM-UC (@fcomuc). En 2022, se desempeñó como parcticante en Fact Checking UC (Factchecking.cl). Actualmente, es editora en el medio estudiantil El PUClítico (@el_puclitico).

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